Detallar un mapa, trazar nuevas rutas, fijar especies objetivo y soñar con embarcarse en grandes aventuras son parte de las ilusiones y metas que los amantes de la naturaleza nos planteamos cada inicio de año. Para nadie es un secreto, que muchos pajareros nos encontramos bastante emocionados durante esa época, buscando la mínima oportunidad para tomar los binoculares y salir a disfrutar de las aves. En mi caso, esta oportunidad se materializaba en el X Conteo de Aves de la Península de Nicoya (Enero, 2022). Un evento que nos movilizó hacia el Pacifico Norte de Costa Rica y que fue el escenario principal de esta historia.
Con ese afán de arrancar el año con un buen número de especies de aves, nos trasladamos hacia Jicaral de Puntarenas, una comunidad rural en la que nos esperaba amablemente el biólogo y organizador Carlos Venegas. Para cuando todos los contadores nos reunimos en el sitio acordado, comenzamos a desplazarnos y a subir altitudinalmente hasta llegar a nuestro destino, la Reserva Privada Karen Mogensen. Este lugar, que es gestionado por una asociación comunitaria y que lleva el nombre de una de las grandes pioneras de la conservación de la naturaleza en el país, protege importantes parches de bosque de transición y es parte de las montañas más altas de la península. Sin duda, estábamos frente a un sitio que garantizaba una gran pajareada.

Las aves no se hicieron esperar, no habíamos ni quisiera ingresado a las instalaciones, cuando escuchamos al tinamú canelo (Thicket Tinamou) y divisamos a varias de nuestras especies objetivo del viaje, como la tímida paloma coronigrís (Gray-headed Dove), el trepador piquiclaro (Ivory-billed Woodcreeper) y el soterrey de costillas barreteadas (Banded Wren). Entre el reconocimiento del sitio, la charla introductoria y la cálida conversación entre amigos pajareros, se nos hizo de noche y con esto, la posibilidad de ir a buscar a la lechuza vermiculada (Middle American Screech-Owl), un búho que tiene una distribución bastante interesante en Costa Rica y que después de hacernos subir una cuesta, nos dejó verlo a menos de 5 metros de distancia.

Llegó el día oficial de conteo y Luis Fallas, Catalina Coto, Alina Bolaños y mi persona, nos enfrascamos en la misión de contar tantas aves como pudiéramos en el camino que nos asignaron. Curiosamente, la ruta se basó en dos senderos con pendiente considerable que terminaban en miradores y que permitían visitar diferentes ecosistemas. Durante la primera subida tuvimos la dicha de tomarnos con una bandada mixta bastante generosa, que nos regaló el trogón cabecinegro (Black-headed Trogon), la elainia verdosa (Greenish Elaenia), el mosquerito gorgigrís (Northern Scrub-Flycatcher), sumado a muchísimas especies más que enriquecieron nuestro listado grupal.

Para cuando llegamos a la cima del primer sendero, nos encontramos con una increíble vista hacia las hermosas playas e islas de la Península de Nicoya. Este punto ofrecía una gran oportunidad para avistar algún rapaz interesante en el horizonte, por lo que nos pusimos alerta durante un buen rato. Pasaron los minutos y Luis nos indicó que estaba viendo un par de rapaces a lo lejos, los revisamos y para nuestro asombro eran dos individuos del gavilán coliblanco (White-tailed Hawk), un ave nueva para todos los integrantes del equipo. Posteriormente, decidimos comenzar a descender para ir a almorzar a las instalaciones del sitio. Íbamos bajando cuando nos encontramos de frente con una hembra del trogón elegante (Elegant Trogon), una de las especies que más ansiábamos documentar y que nos regaló solo unos pocos segundos antes de volar y perderse en el sotobosque.

Durante la tarde, continuamos con el segundo sendero de nuestra ruta, fue un recorrido tranquilo por áreas más abiertas y que nos ayudó a agregar a las pavas crestadas (Crested Guan), la paloma-perdiz rojiza (Ruddy Quail-Dove), el buco collarejo (White-necked Puffbird) y el adorable mosquerito chillón (Northern Beardless-Tyrannulet) a la lista del conteo. Acercándonos al cierre de la pajareada y después de una caminata acumulada de más de 15 kilómetros, se nos apareció un majestuoso zopilote rey (King Vulture), que sirvió como broche de oro para culminar este esfuerzo de ciencia ciudadana.

Al día siguiente y para celebrar el éxito de la gira, mis colegas de ruta se fueron a disfrutar de una de las tantas cataratas y pozas fabulosas que se pueden encontrar en el sitio. Por mi parte, tenía una cita con una pequeña avecilla que se me había escapado durante esta visita a la península y que era uno de mis principales objetivos de este año, se trata del piquichato norteño (Stub-tailed Spadebill). Maximicé este último esfuerzo en el sendero de salida de la reserva y cuando estaba a punto de rendirme, un inquieto individuo de esta especie comenzó a vocalizar súper cerca, obsequiándome un gran avistamiento que fue mi momento favorito de esta aventura.

Antes de despedirme, quisiera agradecer rotundamente al personal de la Reserva Karen Mogensen por todo el cariño con el que nos recibieron, así como por transmitirnos el amor y el respeto que tienen por el bosque, su protección y restauración. De igual manera, expresar mi admiración por el trabajo y dedicación que Carlos Venegas, Ruth Rodríguez, Juan Carlos Cruz y el equipo de Nicoya Peninsula Birdwatching realizaron durante la organización de este increíble conteo de aves. Espero que esta narrativa les haya gustado y que les motive a participar de las diferentes iniciativas de ciencia ciudadana de sus ciudades. Indudablemente, la Península de Nicoya fue un sitio maravilloso para arrancar este año pajarero.

Cuéntame ¿En qué región de tu país tuviste tu primera pajareada de este 2022?